ETCHECOLATZ

Ariel Mayo – Roberto Parodi

«La chica estaba casi a mi lado, en un camastro. Le habían tirado un baldazo con agua y Etchecolatz le pasaba picana…y ella le gritó:»Por favor no me mates, llevame presa de por vida pero dejame criar a mi beba»…y él le sonrió…y delante mío le pegó un balazo ahí mismo. Si la encuentran alguna vez, es la cabeza que tiene dos agujeros, porque la bala entró por la nuca y le salió por el costado»

Del testimonio de Julio López en el juicio a Etchecolatz, 2006

El viernes 19 de agosto, el Tribunal Federal Nº 1 de La Plata, por mayoría constituida por los jueces Alejandro Daniel Esmoris y Germán Andrés Castelli, concedió la prisión domiciliaria a Miguel Ángel Etchecolatz, basándose en la avanzada edad del reo y su estado de salud. Cabe agregar que los Fiscales Generales R. Marcelo Molina, Hernán I. Schapiro y Juan Martín Nogueira, Fiscal “Ad Hoc”, se expidieron diciendo que la fiscalía“ no tiene objeciones que formular para que, con urgencia, se adopte la conducta que médicamente resulte conveniente, ya sea la internación o el arresto domiciliario.”

Etchecolatz fue Director de Investigaciones de la Policía de Buenos Aires (marzo de 1976-fines de 1977). Como tal, sirvió a las órdenes del tristemente célebre general Ramòn Camps, quien fue designado por la dictadura al frente de la Policía bonaerense. Etchecolatz tuvo a su cargo los campos clandestinos de detención que dependían de la Policía bonaerense. En su foja de servicios se encuentran hazañas tales como el secuestro de un grupo de estudiantes secundarios que reclamaban el boleto estudiantil (episodio conocido como la Noche de los Lápices) y las torturas al dirigente sindical docente Alfredo Bravo.

Etchecolatz secuestró, torturó y asesinó; además, participó activamente en el robo y apropiación de bebés. En 1986 fue condenado a 23 años de prisión. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó sin efecto la condena por aplicación de la Ley de Obediencia Debida. La derogación de la mencionada ley (y la de Punto Final), permitió que fuera llevado nuevamente a juicio. El 19 de septiembre de 2006 fue condenado a cadena perpetua. En el marco del juicio, declaró como testigo Jorge Julio López, quien fuera secuestrado durante el período en que Etchecolatz fue funcionario de la Policía Bonaerense. López no pudo asistir a la sentencia contra Etchecolatz, pues fue secuestrado y sigue desaparecido.

Hasta aquí la información básica sobre el personaje.

Marx escribió alguna vez que para comprender el carácter de la burguesía no había que observarla en las metrópolis, donde se presentaba vestida, sino en las colonias, donde aparecía desnuda. La frase de Marx sirve para describir la relaciòn entre Etchecolatz (y los demás genocidas) y la burguesía argentina, así como para mostrar el complejo vínculo entre el régimen democrático instaurado en 1983 y la última dictadura militar. Etchecolatz no representa el “mal absoluto” ni es el más perverso exponente de una “locura” que se adueñó de nuestro país en 1976-1983.

Etchecolatz expresa la racionalidad capitalista al desnudo, sin adornos ni bellas palabras. La picana, el submarino, son herramientas para maximizar las utilidades. Etchecolatz secuestró, torturó, asesinó, robó bebés, como parte de una ofensiva de la burguesía argentina contra la clase obrera y demás sectores populares. La dictadura se propuso el objetivo de terminar con el ciclo de ascenso de las luchas obreras iniciado con el Cordobazo en 1969, suprimiendo todas las formas de organizaciòn autónoma de la clase. El secuestro, la tortura, el asesinato, el robo de bebés, fueron medios para quebrar la resistencia obrera y garantizar la tasa de ganancia de los empresarios. La perversión de Etchecolatz y de los demás genocidas fue funcional a la perversidad intrínseca del sistema capitalista, que no tiene escrúpulos a la hora de hacer lo necesario para mantener la posición dominante de la burguesía. En este sentido, el régimen democrático restaurado en 1983 es hijo de la dictadura, pues tuvo como condición de posibilidad la derrota más terrible sufrida por la clase trabajadora en toda la historia argentina. La dictadura marcó los límites de la democracia: la propiedad privada y el “derecho” del capital a explotar a los trabajadores no pueden ser cuestionados.

Etchecolatz es la cara de la burguesía cuando se siente amenazada por la organización de la clase trabajadora. Es por eso que no le suelta la mano a Etchecolatz. En épocas “normales”, cuando los trabajadores ven al capitalismo como algo natural, como el único horizonte posible, la clase dominante se permite expresar reparos sobre los “excesos” cometidos por los Etchecolatz. Incluso puede condenar judicialmente a algunos de ellos. Parafraseando a Marx, son épocas en que la burguesía se pasea vestida, segura de sí misma. Pero en su fuero íntimo sabe que no puede prescindir de esa desnudez, que ella es la base de su seguridad actual. Por eso Etchecolatz siempre vuelve. Por eso sólo las luchas populares lograron que fuera a prisión.

Los vaivenes de la situación procesal de Etchecolatz ejemplifican lo expresado en el párrafo anterior. Fue llevado a juicio gracias a las movilizaciones populares de los comienzos de la restauración democrática. Fue dejado en libertad gracias a la política alfonsinista de reducir al mínimo el número de condenados en los juicios a los genocidas. El nuevo ascenso de las luchas populares contra los genocidas, iniciado en 1996 al cumplirse el 20ª aniversario de la misma, y redoblado luego de la caída de De la Rúa en 2001, permitió que Etchecolatz fuera llevado nuevamente a juicio. El secuestro de Julio López mostró, por su parte, que los represores seguían teniendo capacidad operativa, más allá del discurso oficial del kirchnerismo. El curso favorable al pedido de prisión domiciliaria no fue casualidad ni un producto del macrismo. Según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, durante el kirchnerismo y sobre un universo de 2.000 imputados por crímenes de lesa humanidad, 441 fueron beneficiados con la prisión domiciliaria.

La Justicia que ayer condenó a Etchecolatz y que hoy le concede la prisiòn domiciliaria, es uno de los poderes del Estado capitalista. Es una justicia de clase, cuyo propósito es preservar el orden capitalista. Por esa razón las cárceles están llenas de “negritos” de los barrios populares. Por eso los jueces apañan a políticos corruptos, banqueros, empresarios, lavadores de dinero, traficantes de drogas, dueños de prostíbulos y jefes de redes de trata de personas.

Pero incluso en épocas “normales” la burguesía necesita mostrarse al desnudo. Un sistema basado en la propiedad privada y en la explotaciòn del trabajo requiere de la tortura y el asesinato a cargo de funcionarios estatales. La coexistencia de barrios privados y villas miserias requiere la garantía de la picana. Por eso desde 1983 hasta la fecha 4970 personas fueron asesinadas por la policía en casos de “gatillo fácil” (Datos compilados por la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional – CORREPI-). Por eso la tortura es habitual en cárceles y comisarías. La lógica del capital requiere de la perversión de los Etchecolatz. Son las dos caras de la misma moneda.

El discurso de la “reconciliación”, promovido entre otros por la Iglesia, es intrínsecamente perverso. Si la tortura tiene por objetivo último quebrar al torturado, la “reconciliación” pretende que aceptemos gustosos ese objetivo, que rindamos homenaje al torturador y al asesino al concederle el perdón.

Hoy pedimos que Etchecolatz termine su vida en una cárcel común, que el Estado se ajuste a su propia legalidad. Que, aunque sea por una cuestión de legitimación ante el reclamo genuino de las organizaciones de derechos humanos, niegue los beneficios que suele tener para sus sicarios. Pero, frente a los Etchecolatz, la única opción para una solución definitiva, es la lucha contra el Estado y el capital. Sólo así será posible acabar con un sistema que engendra simultáneamente a las ganancias de los empresarios y a los Etchecolatz.

Reconciliación, ganancias y picana: he aquí la Santísima Trinidad del capitalismo.

2 Respuestas a “ETCHECOLATZ

  1. Muy buena la nota. Sin embargo creo que es necesario aclarar que Julio López no es el primer desaparecido en democracia, sin pensar demasiado están los desaparecidos de ‘La Tablada’ y entiendo que hay varios más.

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