“Si tu moneda hablara, si esa moneda hablara más de la cuenta…”

“Si tu moneda hablara, si esa moneda hablara más de la cuenta…”

Por Kurt Liorna.

La detención de Julio De Vido provocó alegrías por un lado, tristezas a escondidas por el otro, sospechas de conspiración, denuncias de persecución a la “oposición” y todo tipo de acusaciones cruzadas entre los distintos grupos de poder político, oficialistas y opositores.

En este artículo formulamos un breve resumen de los hechos y reflexionamos sobre los motivos de la corrupción, su relación con el Estado y el modo de acumulación empresarial. Por último, nos planteamos la cuestión de si es posible terminar con ella bajo el capitalismo.

El 25 de octubre, apenas pasado el mediodía, la Cámara de Diputados votó el desafuero del diputado y ex ministro de Planificación Federal kirchnerista Julio De Vido, por 178 votos afirmativos, 0 negativos y 1 abstención. El bloque parlamentario “K” se ausentó de la sesión. La izquierda pasó de rechazar el pedido de desafuero por considerarlo “una maniobra electoralista”, a votar a favor. Justifica su voto y aparece en los medios aduciendo en general a lo “inmoral” del caso, sin profundizar en las razones de fondo de la corrupción, ni relacionándola con los mecanismos de explotación del capital sobre el trabajo. El dinero que circula por los pasillos de la corrupción muchas veces sirve de palanca para la extracción de plusvalor.

Esto dejó vía libre al pedido de detención del juez federal Claudio Bonadio, que la semana pasada procesó a De Vido y a su mano derecha, Roberto Baratta, por negociados sospechosos en la compra de gas licuado. Ya con anterioridad el juez Luis Rodríguez, ex-kirchnerista, había solicitado el desafuero y la detención del diputado por otra causa de sobreprecios en la mina de Yacimiento Carbonífero Río Turbio.

Inmediatamente se montó un dispositivo espectacular, con el despliegue de la  Gendarmería visitando la casa de “Don Julio” – perdón ese era el apodo del finado que presidía la AFA – de “Don Julio De Vido”,  seguido on line por todos los medios masivos de comunicación, pero el ex ministro no estaba en casa. No pudo atenderlos. El hombre, acompañado por su abogado, se dirigió solito a los por estos días harto transitados tribunales de Comodoro Py. Solicitó le envíen una botella de champagne a una vieja amiga y quedó preso. Por estas horas se espera un posible traslado a la cárcel de Ezeiza o Marcos Paz.

Muchos empresarios dudan ahora si sumarse a los festejos con la diputada Carrió (quien de todas formas se sumaría al copetín con jugos y refrescos, pues no bebe alcohol), no vaya a ser que algo termine amargando la joda. Es que el diputado “desaforado” se encontró durante los gobiernos de Néstor y Cristina al frente de la toma de decisiones más importantes en todo lo relacionado a la obra pública, la energía, el transporte y las telecomunicaciones. Si Don Julio abre la boca, empresarios de la construcción, de la energía y banqueros, pueden reencontrarse en la cárcel y rememorar allí las viejas buenas épocas. Por el momento ninguno de los funcionarios que ya se encuentran “a la sombra” (el más recordado el feligrés López y sus donaciones a un convento), han incriminado a nadie. Queda entonces por ahora la incertidumbre. Y la posibilidad de que esto termine asemejándose al denominado Lava Jato brasileño.   

Innumerables veces los políticos proponen/prometen terminar con la corrupción. Macristas, kirchneristas, progresistas, conservadores, todos acá y allá, señalan actos corruptos y, persignándose en nombre  del “bien” y la “moral”, lanzan sus promesas de combatir y acabar con “el flagelo de la corrupción”. Así, la guerra contra la corrupción fue lanzada por Alfonsín, Menem, De La Rua, Nestor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri. Todos en distintas momentos de sus campañas y gobiernos prometieron pelear contra el soborno y la inmoralidad. Es una batalla que se re lanza una y otra vez y que, sin embargo, nunca termina.

Quizás prometer o vociferar con desfachatez:  “¡Hay terminar con la corrupción!”, sea como las promesas de “pobreza 0”, “trabajo para todos”. ¿Es posible acabar con la corrupción bajo el capitalismo? Pensamos que no. Si bien el capitalismo es un sistema de producción que funciona en base a la explotación de nuestro trabajo, siendo la apropiación de plusvalía el medio habitual por el que obtiene su razón fundamental de existencia  (la ganancia del capitalista), existen siempre, desde los orígenes del capitalismos, otras formas de aumentar la riqueza de los empresarios.

En su libro El Capital, Marx, dedica el capítulo titulado “La llamada acumulación originaria” a describir los orígenes del capitalismo. Allí estudia cómo en Europa durante los siglos XV y XVI, la clase burguesa emergente estableció las condiciones para el posterior desenvolvimiento de la producción capitalista. Estas condiciones podemos sintetizarlas en la aparición de una nueva clase de hombres “libres” y “disponibles” para ser explotados por quienes poseen la tierra y los medios de producción. Este proceso histórico se dio mediante métodos coercitivos y violentos. Al despojar a los hombres de sus tierras y de sus herramientas, se los declara “libres de optar entre el trabajo por un salario o la muerte por hambre”. Marx concluye el capítulo sentenciando que el capital viene al mundo “chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza a los pies”.

Esta acumulación originaria, la forma de hacerse del excedente por métodos extraeconómicos, estuvo en los orígenes del capitalismo, pero se mantiene a lo largo de toda su historia y en la actualidad. Convive con el modo “normal”, digámoslo así, de apropiación del excedente, esto es, con el modo de apropiación de plusvalor vía una relación económica basada en la explotación. Tiene una existencia paralela a este último.

Hoy la acumulación originaria ya no se orienta a expropiar medios de producción o herramientas a las personas, sino que sustenta la circunstancia de que alguien pueda hacerse rico de la noche a la mañana, ya sea un cajero de banco devenido en empresario de la construcción, o de sectores del empresariado que acceden por el fraude y el robo a caminos de enriquecimiento vertiginosos y sencillos. Plata fácil.

La corrupción de funcionarios del Estado se explica en parte en la necesidad del capitalista individual de mejorar sus condiciones de competencia frente a sus contendientes. Por otro lado, es la manera de introducir dinero obtenido de manera turbia, en el circuito de los negocios. Esto es el blanqueo de capitales.

La relación que se establece entre el Estado y la corrupción es muy compleja. Importa dejar claro que el Estado cumple el rol de árbitro entre los distintos capitales privados. Es en el Estado que la clase capitalista obtiene existencia como clase en sí. Fuera de él, sin este espejo donde mirarse, los capitalistas conforman un grupo caótico de chacales que no desean más que arrancarse la carne unos a otros. A la vez, el capital general no existe más que en los distintos capitales individuales en competencia entre ellos. Es sobre esta tensión, esta contradicción que discurren los distintos hechos de corrupción. “Esta dialéctica de unidad-fragmentación que subyace a la relación entre el Estado y el capital, a su vez, puede explicar por qué la corrupción tiene una base estructural en la sociedad capitalista. Por un lado, es palanca de acumulación originaria para algunos sectores o capitales singulares. Por otra parte, los capitales que no acceden a las instancias que la posibilitan, tratarán de activar los mecanismos de contra-poder (jueces “independientes”, imperio de la ley, etc.) que garanticen la igualdad de las condiciones competitivas.” (Rolando Astarita – “Corrupción y capitalismo (2)” – https://rolandoastarita.blog/2013/05/08/corrupcion-y-capitalismo-2/).   

Ahora quizás la corrupción sea más evidente porque algunos políticos, empresarios y periodistas, se transforman por momentos en paladines de la justicia, en arquetipos de la ética y acusan, denuncian aquí y allá, a otros empresarios o funcionarios. En última instancia siempre se trata de negocios.

Por último, digamos que esta sociedad, más allá de la corrupción, los coimeados y coimeadores, está fundada sobre un fraude. Una sociedad sostenida por una mentira, que encubre un robo inconmensurable. En la apariencia todos nosotros trabajamos a cambio de un salario. En el mercado de trabajo, todo sucede como si se tratara de un contrato donde ambas partes, trabajador y empresario, salen ganando. El contrato es justo. Hasta acá lo que aparece como normal se viste de pulcritud moral.

¿Pero qué sucede con esta apariencia celestial cuando pasamos del mercado al proceso productivo, donde los actores del contrato laboral despliegan sus roles? Vemos que las cosas suceden de manera muy distinta. El trabajador produce más valor que el que el recibe en forma de salario. Dicho de otra manera, trabaja una porción de horas de manera gratuita para el empresario. Acá ya no hay un intercambio parejo, sino que uno se termina beneficiando a costilla del otro.

Esta cuestión es la que toda la ideología burguesa encubre  y justifica de mil formas, todas ellas engañosas. En la base de la riqueza de toda sociedad capitalista hay explotación, fraude y miseria moral.

Es por esto último que ni el país con menores índices de corrupción y fraude puede decir sin mentir, que han alcanzado un gobierno donde reina la transparencia. Toda sociedad capitalista está sostenida sobre el fraude de la explotación del trabajo ajeno y justificada por la mentira hecha ley y dinero.
Fuentes:

Astarita R. (Corrupción y capitalismo part. 1)  https://rolandoastarita.blog/2013/05/02/corrupcion-y-capitalismo-1/

Astarita R. (Corrupción y capitalismo part. 2) https://rolandoastarita.blog/2013/05/08/corrupcion-y-capitalismo-2/)

Diario Perfil (Empresarios temen que De Vido comience a delatarlos por sobornos) http://noticias.perfil.com/2017/10/25/empresarios-temen-que-de-vido-comience-a-delatarlos-por-sobornos/

Diario Perfil (Como fue el fallido operativo para detener a De Vido en su casa de Palermo) http://www.perfil.com/politica/como-fue-el-fallido-operativo-para-detener-a-de-vido-en-su-casa-de-palermo.phtml

Marx K. (2004) El Capital, Buenos Aires, Siglo XXI.

 

 

 

 

 

  

 

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